domingo, 14 de junio de 2015

ahora que vino el buen tiempo...

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A pesar del tiempo transcurrido, nuestros amigos siguen pensando exactamente igual.
Somos unos raros. Lo vamos a ser siempre y lo vamos a ser así para ellos por los años de los años.

Te empeñaste en que una noche irías a dormir allá arriba, a lo alto de la torre más alta, en la mas alta del castillo. Y es que tu eres mucho más rara que yo. Y a mí me horrorizó solo pensar que... 

 Es más, es que te veía allí boca arriba sobre el piso de cantería aun templado por el sol de todo aquel día veraniego mirando ese cielo inmenso lleno de estrellas  y a lo lejos el murmullo de la gente que aun bullía abajo en la ciudad apurando la noche estival en las terrazas de la plaza o el parque hasta la madrugada.

Es que no puedo apartar mis ojos de tu boca, de tu cara, de tus ojos que me miran con aquella sonrisa picara tan tuya. No protestas por ello. Es más, se que te gusta. Te gusta porque es lo más natural. Lo contrario sería, sí, lo extraño. Por eso tu ahí tirada en el suelo y yo aquí tirado también sobre el, apoyado sobre mí codo derecho acerco mis labios a los tuyos y me vacío el alma dentro de ti a través de las puntas de mi lengua y la tuya. Despacio, muy despacio, apoyado ahora en mi mano izquierda separo un poco el escote de tu camisa y mi mano derecha ahora te acaricia el pecho peleando con el tejido elástico del sujetador.

Al final yo dormiré y tu dormirás y no veremos las estrellas sino la galería de  madera o el techo de escayola de aquella habitación.

Yo te quiero... ¡Lo sabes...! ¿No?





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la otra bitacora